lunes, 12 de abril de 2010

COLUMNA INVITADA

Friedman y El Paso
Por Jaime Sánchez Susarrey

No hay ninguna evidencia para suponer que la legalización de las drogas incrementaría su consumo

En 1991, Milton Friedman concedió una entrevista a un canal de televisión pública en Estados Unidos. El tema era la guerra contra las drogas. El premio Nobel de economía (1976) hizo una defensa tajante de la legalización de todas las drogas. Sus argumentos al correr de los años siguen vigentes. Más aún después de lo ocurrido recientemente en El Paso, Texas.

Primera tesis: la guerra contra las drogas genera violencia. Por eso la despenalización del consumo reduciría inmediatamente el número de asesinatos que golpea a barrios y ciudades. La cantidad de prisioneros se reduciría igualmente y con ello se podrían ahorrar recursos y elementos para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

Segunda tesis: a las drogas habría que darles el mismo tratamiento que a otros enervantes, como el alcohol. Friedman advierte que en los tiempos de la prohibición en Estados Unidos se incrementaron las muertes por envenenamiento debido a las sustancias que se utilizaban para la producción clandestina. Con las drogas ocurre algo similar. Productos como el crack son particularmente nocivos. La legalización eliminaría, como ocurrió con el alcohol, ese tipo de riesgos.

Tercera tesis: el Estado, tal como lo precisaba John Stuart Mill, no tiene derecho de limitar la libertad de los ciudadanos mientras sus acciones no lastimen a terceros. Cada individuo tiene el derecho de ejercer su libertad y escoger los valores y estilo de vida que considere convenientes. No se debe limitar esa libertad en aras de preservar su salud física o mental. De otro modo, actividades como el paracaidismo, o la ingesta de alcohol o grasas animales, deberían ser prohibidas porque son riesgosas o dañinas.

Cuarta tesis: no hay ninguna evidencia para suponer que la legalización de las drogas incrementaría su consumo. La experiencia de la prohibición del alcohol en Estados Unidos apunta en sentido contrario. Si tomamos, dice, las tablas de consumo de alcohol antes y después de la época de la prohibición, dicho consumo vuelve más o menos a donde estaba y durante el periodo posterior, si se ha movido, ha sido disminuyendo, no en términos absolutos, sino en relación con la población y el crecimiento relativo de los ingresos.

Quinta tesis: el debate en torno a la legalización de las drogas no se da en el vacío. Está permeado por intereses específicos. Quienes hablan de la imposibilidad de legalizarlas son los encargados de combatirlas. El presupuesto anual que se dedica a esta tarea es de 20 o 30 mil millones de dólares. Es mucho dinero, poder y burocracia lo que está en juego.

Sexta tesis: desde un punto de vista estrictamente económico, el gobierno se comporta en esta materia como un protector de los cárteles. ¿Por qué? Porque en un libre mercado normal (digamos, de patatas, carne o lo que quiera) hay miles de importadores y exportadores. Cualquiera puede entrar en el negocio. Pero es muy difícil que un pequeño empresario pueda dedicarse al negocio de importación de drogas, porque nuestros esfuerzos por impedirlo lo hacen enormemente costoso. Así que los únicos que pueden sobrevivir en ese negocio son gente como la del Cártel de Medellín, que tiene suficiente dinero para tener flotas de aviones, métodos sofisticados y cosas así.

Séptima tesis: las víctimas inocentes de la guerra contra las drogas están en Estados Unidos, pero también en Colombia o Perú. Quien inhala una sustancia y decide correr el riesgo y pagar las consecuencias está en todo su derecho. Pero las víctimas que caen en fuego cruzado o los soldados y policías que son asesinados fuera de Estados Unidos son inaceptables desde un punto de vista moral. Mueren sin deberla.

En 2009, el Consejo de la ciudad de El Paso, Texas, votó por la legalización de la marihuana. La iniciativa fue impulsada por Beto O'Rourke, miembro del Partido Demócrata. Sus argumentos fueron y son muy similares a los de Milton Friedman.

Estados Unidos, sentencia, no es ajeno a la violencia desatada en México y por extensión a Ciudad Juárez. Estados Unidos concentra el 25 por ciento del mercado mundial de drogas con apenas el 5 por ciento de la población. La fuerza de los cárteles mexicanos no se explica sin ese enorme mercado negro.

El concejal de El Paso concluye que la legalización de la marihuana tendría un doble efecto positivo: reduciría los ingresos de los cárteles en más de un 50 por ciento, ya que en el 2006 se estima que el 60 por ciento de dinero que ingresó a los capos mexicanos procedía de este producto. Pero además, y por lo mismo, contribuiría a debilitar el poder de fuego y los niveles de violencia en México y en la frontera.

La decisión del Consejo de El Paso fue, sin embargo, vetada por el alcalde, John Cook. Pero lo más importante fue la amenaza del congresista Silvestre Reyes de suprimir los apoyos federales a la ciudad si persistían en su intención de legalizar la marihuana. Para explicar la irritación de Washington, O'Rourke utiliza términos idénticos a los de Milton Friedman.

Hay que recordar, subraya el consejero de El Paso, que en Estados Unidos la guerra de las drogas es una industria de 40 mil millones de dólares invertidos al año en prisiones, armas, justicia, oficiales, etcétera. Por eso hay mucha gente en este país que tiene un interés muy personal en preservar el statu quo.

Y, en efecto, aunque las dimensiones del mercado y los niveles de violencia que hoy se viven confirman que la guerra contra las drogas ha fracasado, y aunque es hora de revisar toda la estrategia, los defensores del statu quo se siguen oponiendo... con éxito.

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