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domingo, 25 de abril de 2010

COLUMNA INVITADA

LUIS GONZÁLEZ DE ALBA


Los aztecas se atascaban de pollo


Resultados de un siglo de relativismo cultural, nacido en Nueva York y cultivado en universidades parisinas, según el cual todo pueblo tiene “su verdad”, tan válida como otra: en Irán el ayatolá Z explica los temblores recientes, de Haití a China, por la maldad de las mujeres: son éstas, por inducir a los castos hombres al pecado, las que causan terremotos. Explicación tan válida como la “occidental”: la corteza terrestre está flotando en magma y rota en pedazos que se traslapan de vez en cuando.

Los obispos católicos no se quedan atrás: fuerzan a niños y jóvenes a causa de ver tanto pecado, se les antoja. Y tienen razón: se llaman “neuronas espejo” las que responden cuando oímos o vemos algo que, realizado por nosotros, proviene de esa zona cerebral. De ahí el éxito de la pornografía. Trajeron al Papa a santificar un vidente del que no hay rastro histórico alguno y en el que no creía ni el abad de Guadalupe ni autoridad religiosa alguna en todo el siglo y medio anterior a 1648, cuando se inventaron las apariciones; a diario convierten pan en el cuerpo y la sangre de Jesús… y se lo comen, como cualquier caníbal.

Tras de canibalizar a Jesús en misa, Evo Morales, presidente indio de Bolivia, sale a decirnos un pequeño listado de barbaridades y se queda tan orondo: Que la homosexualidad la producen los pollos transgénicos engordados con hormonas femeninas. Olvida que los antiguos aztecas, tan entusiastas practicantes de la homosexualidad, se comían a los tlaxcaltecas porque no había pollos ni vacas ni cerdos ni borregos ni cabras ni caballos, traídos todos de España. Que no hay relación alguna entre hormonas y homosexualidad. La hormona masculina principal, la testosterona, produce los caracteres secundarios masculinos: voz grave, vello corporal, barba… y calvicie. No hay hombre muy peludo que no sea calvo. Y hay homosexuales en todas las versiones de la masculinidad, desde el lampiño de voz frágil hasta el oso peludo… y calvo.

La cabellera de Evo indica baja testosterona

Por si algo faltara al analfabeta que preside Bolivia, los pollos engordados con hormonas no son transgénicos porque no se ha actuado sobre su ADN (que alguien le explique a Evo qué es eso, a mí me da flojera). Evo es prueba del democrático reparto de la estupidez entre todas las razas.

Del pueblo de Canoa a Tláhuac hemos visto al pueblo, bueno y noble masacrar estudiantes poblanos en 68 y quemar vivos a dos investigadores en 2004 (que un disparo al aire habría salvado). Ni fray Juan de Zumárraga, testigo principal del estampado de la Guadalupana según el mito, convence a los fieles: “Ya no ocurren milagros porque piensa el Redentor del mundo que no son menester. No andéis pidiendo milagros para que no quedéis como Herodes”… que le pedía a Jesús un milagrito para dejarlo libre.

Y cada 21 de marzo, multitudes de blanco destruyen Teotihuacán para cargarse de una energía imaginaria, aunque el equinoccio caiga en 20 o 22. Y ven luces maravillosas. Si la Tierra no tuviera atmósfera, el ejemplo visual del equinoccio sería el momento en que la línea que separa el día y la noche, que no coincide con los polos de rotación por la inclinación terrestre, pasa sobre ambos polos. Son dos instantes al año, sin relación con energías. Y con todo, la última moda de Occidente es dar razón a todos: avergonzarse de las conquistas sociales, científicas y técnicas que nos dan agua entubada, luz por la noche e igualdad ante la ley.

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