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miércoles, 11 de abril de 2012

El animal sirve al hombre...

Columna del escritor y periodista Armando Fuentes Aguirre "Catón" publicada hoy por el periódico "Reforma"


Empecemos por el principio. Conforme al mandato bíblico, o por el distinto grado de su evolución, el animal sirve al hombre, y no el hombre al animal. Así son las cosas; así ha sucedido desde los albores de la humanidad, cuando el hombre domesticó algunos animales y los usó para su servicio. Nos servimos de esas criaturas según su naturaleza: el perro cuida nuestros rebaños, o nos guía si somos invidentes, o custodia nuestra casa, o tira de nuestros trineos. El caballo nos lleva a cuestas y carga nuestros fardos. La oveja nos da su lana; la vaca su leche; sus huevos la gallina, etcétera. Comemos la carne de los animales, nos valemos de su piel o de su pelo; aprovechamos otras partes de su cuerpo. Pues bien, la naturaleza del toro de lidia es embestir. Nadie lo enseña; lo hace por instinto. El becerro de unas cuantas semanas de nacido ya da topes al que se le acerca. Por eso los hombres han usado su acometida en ritos milenarios. La fiesta de toros es uno de esos ritos. Podrá decirse que es cruel, pero ahí están su misterio, su arte y su belleza. Y ahí está el toro de lidia, hermosa especie animal que con la prohibición de la fiesta entraría en vías de extinción, pues es criatura para el ruedo, no para el rastro; originalmente su destino es luchar, no ser destazado como otros animales menos fieros. Yo de mí sé decir que, de ser toro, preferiría morir en el ruedo, y no en el matadero, que en última instancia reviste la misma crueldad; díganlo si no los vegetarianos absolutos, únicos que tienen derecho a reclamar la muerte de los animales que nos comemos y el uso de los productos que nos dan. En las corridas el toro tiene una oportunidad de salvarse -el indulto- contra ninguna que tiene el que va al rastro. Lo más irónico de esta campaña contra la fiesta brava es que esa campaña la promueven algunos que han propuesto la pena de muerte para el hombre, y ahora dicen combatir esa fiesta para salvar la vida de los toros. ¿Podrá encontrarse una mayor inconsecuencia? Igual que sucedió en Cataluña y en otras partes, lo que está sucediendo en México no es cosa de humanidad o ecología: es cosa de política.

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