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domingo, 19 de mayo de 2013

Pacto por México pero antes pacto con México

COLUMNA DE ISABEL TURRENT PUBLICADA EL DÍA DE HOY POR EL PERIÓDICO "REFORMA" El gobierno hizo bien en firmar el Pacto por México. Las reformas que ha propuesto Peña Nieto son indispensables para que el país desarrolle su potencial económico y eleve su tasa de crecimiento. Necesitan ser aprobadas por el Legislativo, donde el Presidente tiene que negociar con los partidos firmantes del Pacto porque, como se sabe, el PRI no tiene la mayoría de escaños necesaria en las Cámaras para aprobar sus iniciativas. Pero el Presidente parece haber olvidado que no hay reformas o cambio de paradigma económico y político que funcione si no está cimentado en el apoyo de la sociedad civil. Las decisiones por consenso son casi siempre imposibles en una democracia: la meta es lograr el apoyo de una amplia mayoría. Para convencer a quienes no votaron por él y a los perennes indecisos, Peña Nieto tiene que abrir -y usar de manera sistemática- canales de comunicación con la sociedad civil. Las reformas, especialmente la energética, son naturalmente complejas. La explotación, refinación y venta de hidrocarburos son asuntos laberínticos en un contexto globalizado. El ciudadano de a pie difícilmente entenderá el contenido y los alcances de esa reforma si el gobierno no emprende una campaña amplia y eficaz para explicar a la sociedad por qué esas medidas son necesarias para el país y cuáles son sus alcances. En el caso de la reforma educativa, el vacío de información ha abierto la puerta a quienes se oponen y distorsionan su contenido para crear un clima de inestabilidad política que, como lo hemos vivido en las últimas semanas, complica la aprobación y aplicación de cualquier medida. Es difícil saber -porque en la historia los hubieras no existen- qué hubiera sucedido si el gobierno hubiese relegado la reforma a la educación, cuya aplicación tendrá que ser necesariamente gradual, y hubiera emprendido en cambio la labor titánica de modificar las reglas del juego en el sector energético. Lo cierto es que la falta de una campaña inteligente y repetitiva -como todas las buenas campañas- para vender a toda la sociedad la reforma educativa ha permitido a la CNTE, normalistas y encapuchados, agitar de nuevo el petate del muerto de la "privatización". El gobierno debió haberse adelantado a sus opositores y subrayar todos los días lo que la reforma busca (elevar la calificación de los maestros y de la enseñanza) y lo que no piensa modificar (la educación pública seguirá siendo laica y gratuita). Sin una estrategia de comunicación con la sociedad para informar y consolidar el apoyo mayoritario de la opinión pública a la reforma, el gobierno se encuentra ahora "negociando" con los delincuentes de la CNTE. Algo similar le ocurre a las autoridades de la UNAM, que intentan dialogar con los encapuchados que tomaron Rectoría y que, ayunos de ideas, tienen como único instrumento de diálogo la violencia. Lo más grave es que esos vacíos informativos alimentan la atmósfera de pesimismo, que va a contracorriente de la prensa internacional que lleva meses augurando un futuro promisorio al país (siempre y cuando se apliquen las reformas que el gobierno ha anunciado). La inseguridad, la violencia y la impunidad que padecemos son los principales ingredientes del escepticismo de la ciudadanía, pero la confusión parte de la falta de información y añade un elemento a la explosiva mezcla. Muchos no entienden, porque no conocen, el contenido de las reformas, ni entienden qué se propone el gobierno y para qué. Además del Pacto por México, Peña Nieto debe firmar un Pacto con México. Necesita consolidar el apoyo de la mayoría a las reformas. Explicar a la ciudadanía, no sólo el contenido de sus iniciativas, sino el proyecto de país moderno que persigue. Tiene una inmensa ventaja: sus opositores carecen de propuestas y proyecto. Su único programa es generar inestabilidad política. Pero esa ventaja puede resultar en un bumerang si el gobierno no aprovecha ahora el vacío programático de sus opositores porque, aquí y en China, el mayor obstáculo a las reformas es precisamente la inestabilidad política.

viernes, 10 de mayo de 2013

A toda Madre


COLUMNA DE SERGIO SARMIENTO PUBLICADA POR EL PERIÓDICO "REFORMA"

Pocas palabras tienen una diversidad semántica tan notable en el habla de los mexicanos, aunque muchos de sus significados son abiertamente contradictorios.

"Vale madres", por ejemplo, quiere decir que algo no tiene valor o estima. "A toda madre" es, en cambio, un superlativo de calidad o bienestar. "En la madre" describe las consecuencias de un golpe contundente real o figurado.

"Madrecita" es un término de respeto para una mujer que ya no es propiamente madre sino abuelita o quizá para una monja que no tiene hijos. "Mamacita", en cambio, es una expresión irrespetuosa dirigida a una mujer, usualmente joven y que no ha sido madre, pero que tiene los atractivos físicos como para que no falten candidatos que le quieran ayudar a serlo.

"Madre patria" es un terruño que no es en realidad el nuestro sino el de los españoles; en otras palabras, como dirían por allá, es "la madre que nos parió". "Desmadre" era originalmente la corriente de un río que se sale de la "madre", o sea de su cauce; pero nosotros empleamos la voz para designar un comportamiento que abandona el marco de lo socialmente aceptable.

"Madrearse", que originalmente quería decir hacerse hebras y se refería especialmente al vino o la levadura, es en México tener un pleito a golpes. "Partirle la madre" a alguien, por otra parte, no tiene nada que ver con la autora de sus días sino que significa propinarle una golpiza.

Decir "puras madres" no se refiere a hablar de algunas madres que son puras de cuerpo y alma sino expresar sandeces. "Desmadrar", que en su sentido original es separar a la madre de las crías de ganado para el destete, es para los mexicanos romper el orden de algo o agredir a una persona. Una "madrota" no es una madre muy grande o muy gorda sino más bien la regenta de unas prostitutas o de un burdel.

Un "madral" no es una manifestación de madres que protestan por la reforma educativa sino un montón de cualquier cosa. Si yo voy por la Autopista del Sol "hecho la madre", por otra parte, no es que vaya embarazado sino a toda velocidad para pasar por Chilpancingo antes del bloqueo. Si alguna cosa o persona está de "poca madre", por otra parte, no quiere decir que tenga pocos méritos sino todo lo contrario.

"Madre" es la palabra correcta para referirse o dirigirse a nuestra progenitora; pero los mexicanos, tan dados a los diminutivos, la sentimos agresiva, dura, falta de respeto. Por eso empleamos el eufemismo "mamá", una voz coloquial de origen francés que en otros lugares de habla española se usa nada más en el lenguaje infantil o en las conversaciones privadas. También recurrimos a "madrecitas" cuando nos queremos referir a las "madres" en general; la razón es que la palabra correcta, por sí sola, nos choca.

Quizá la esquizofrénica variedad de significados de "madre" y sus derivados en nuestro país sea producto de la ambigüedad de la relación con nuestras madres. Esa sufrida madre mexicana que celebramos el 10 de mayo es una figura que hace mucho dista de la realidad. Las madres mexicanas de hoy son, con frecuencia, dinámicas y seductoras, sensuales e inteligentes, y sobre todo muy trabajadoras. El 71.6 por ciento de las mujeres mexicanas de más de 15 años ha sido madre cuando menos una vez. El 44.1 por ciento de éstas trabaja fuera del hogar y el 97.9 por ciento realiza además labores domésticas. Hay razones para pensar que son el sustento de un país en el que se admira aún la holgazanería.

Pero ni madres, esto ya no es aceptable. Por eso debemos festejar a las madres no sólo en este 10 de mayo sino todos los días, ya que realmente son a toda madre.