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viernes, 13 de enero de 2012

"Esquela" de luz.


CARTÓN DE PACO CALDERÓN PUBLICADO POR "REFORMA"

Columna invitada.
Juan Villoro


La dramaturga Bárbara Colio logró una metáfora perfecta de la historia anquilosada. Su obra El día más violento, impecablemente dirigida por Mauricio Jiménez para la Compañía Nacional de Teatro, ocurre entre andamios. La protagonista es Carmen Serdán. Muchos años después de su muerte, regresa a una realidad donde los hechos de sangre sirven para erigir un confuso e interminable monumento.

Así como algunas máscaras dicen más que el rostro en que se apoyan, en un país sin brújula los andamios pueden ser más expresivos que las construcciones.

La Estela de Luz ha sido repudiada de tantos modos que ya merece el sobrenombre de Faro de las Lamentaciones. Desde el principio, el proyecto fue un despropósito monumental. La convocatoria invitó a diseñar un arco para conmemorar el bicentenario. Dejemos a un lado el reparo menor de que en la historia de las ciudades el arco se asocia con triunfalismos romanos y napoleónicos bastante alejados de la valoración de nuestra patria. Lo decisivo es que se propuso una forma concreta y numerosos arquitectos ofrecieron respuestas de interés. ¿Qué hizo el jurado? Premiar una torre.

André Breton volvió a estar en lo cierto: México es el país donde el surrealismo ocurre en la vida diaria. Poco después, el arquitecto Miquel Adri escribió un valiente artículo en Reforma, criticando la resignación de su gremio para participar en un concurso animado por la futilidad ornamental.

El proyecto ganador, a cargo de César Pérez Becerril, carecía no sólo de chiste sino de posibilidad de ser visto. Alineado junto a varios edificios (uno de ellos en construcción), no contaba con una perspectiva que pudiera realzarlo.

Mathias Goeritz y Luis Barragán idearon las Torres de Satélite para que se alzaran al fondo del paisaje como un colorido espejismo. A medida que el entorno se volvió más abigarrado, perdieron su condición de isla fantástica, pero aún es posible advertir la original determinación que las colocó en ese lugar.

No ocurre lo mismo con la Estela de Luz, que además se parece demasiado al Faro del Comercio, que el propio Barragán edificó en la Macroplaza de Monterrey.

Pérez Becerril es ajeno a lo que ocurrió después, que fue lo peor. El costo de la Estela subió de 393 a más de mil 35 millones de pesos. De acuerdo con el Colegio de Ingenieros Civiles, debió haber costado la mitad. En un acto promocional del tráfico de influencias, el gobierno federal designó como responsable de la construcción a un empleado de Gutsa, la compañía que debía edificar la torre.

En El cántaro roto, Heinrich von Kleist retrata a un juez encargado de investigar un crimen que él cometió. La trama parece una parábola del México del bicentenario. El gobierno federal se celebró a sí mismo con una obra que permitió el latrocinio.

Si Barragán trabajó con aplanados y colores populares mexicanos, la Estela destinada a festejar nuestra identidad necesitó de cuarzo comprado en Brasil y cortado en Italia. Lo más mexicano del proyecto era la tierra en que se hundía (y cuya ductilidad fue mal calculada, obligando a excavar a mayor profundidad).

Hay quienes piensan que la impuntualidad es típicamente mexicana. Incapaces de respetar virtudes patrias, los constructores respetaron ese prejuicio, con tal enjundia que el edificio quedó listo más de un año después de los pomposos festejos de septiembre de 2010. Esto obligó a una molesta comparación con el dictador Porfirio Díaz, que en 1910 inauguró a tiempo el Ángel de la Independencia y el nuevo alumbrado de la Ciudad de México. ¡Qué moderno parece nuestro pasado!

Varios funcionarios han sido inhabilitados y seguramente habrá otras sanciones. Este impulso correctivo no anula lo fundamental: ¿vale la pena gastar tanto en un adorno que ni siquiera lo es? En estas mismas páginas, el caricaturista Calderón mostró con sagacidad que, una vez encendida, la Estela de Luz recuerda al monótono anuncio de zapatos Canadá que obligaba a entrecerrar los ojos al transitar por Insurgentes.

En el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el artista Thomas Glassford ha creado una notable escultura lumínica, inspirada en el dios nahua de la renovación, Xipe Totec. El antiguo edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, adquirió otra piel. En la noche, el bloque vertical se transforma en un bulto de sombra iluminado por el tiempo, que lastima y regenera. La Estela de Luz no resiste la comparación con el espléndido Xipe Totec de Glassford.

Prueba en piedra de la corrupción, fastuoso derroche en una nación donde la Auditoría Superior de la Federación informa que 50 mil escuelas no tienen agua potable, la Estela es un agravio de 104 metros.

El día más violento, de Bárbara Colio, muestra que en un escenario donde las metas están en trámite y los resultados son intangibles, ningún monumento resulta más elocuente que un andamio.

No hubo luz en el proyecto de Paseo de la Reforma. Felipe Calderón, presidente de un país con 50 mil muertos, inauguró una esquela.

martes, 3 de enero de 2012

La estela de "pus"




Por Roberto Zamarripa

El gobierno de Medellín, Colombia, encabezado por el periodista Alonso Salazar, regaló en la Navidad a la Comuna 13 -una de las colonias populares asediadas por décadas de la violencia y ubicadas en los cerros de la ciudad- unas escaleras eléctricas.

Lo que en los centros comerciales significa la herramienta básica para el desplazamiento de los consumidores, en la Comuna 13 se convirtió la última semana del 2011 en un medio de transporte eficaz e indispensable.

Armadas en seis tramos dobles, fabricadas en China por la empresa japonesa Fujitec, hechas de acero con escalones en fundición de aluminio, las escaleras beneficiarán a 12 mil habitantes de la Comuna.

Dividida en dos, Medellín es, en palabras de Fernando Vallejo, la ciudad de abajo, urbanizada, desarrollada, y la de arriba donde las casas se construyeron como pegotes a las laderas de los cerros pobladas de migrantes rurales envueltos después en la peor violencia provocada por el narcotráfico y la miseria.

Describió crudamente Fernando Vallejo hace dos décadas en La virgen de los sicarios: "La ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atracar, a matar. Quiero decir, bajan los que quedan vivos, porque a la mayoría allá arriba, allá mismo, tan cerquita de las nubes y del cielo, antes de que alcancen a bajar en su propio matadero los matan".

En el país de los sicarios, las comunas de Medellín siempre han sido proveedoras de la muerte. "En este país por unos tenis uno se mata o se hace matar. Por unos tenis apestosos estamos dispuestos a irnos a averiguar a qué huele la eternidad... Esto es por un principio de justicia: aquel a quien se los van a robar cree que es injusto que se los quiten puesto que él los pagó; y aquel que se los va a robar cree que es más injusto no tenerlos", escribió Vallejo sobre la Colombia de la última década del siglo 20, ahora espejo del México de la primera década del siglo 21.

Las escaleras eléctricas reemplazaron a 350 escalones de cemento que fueron hechos conforme las comunas crecían hacia el cielo. Así era -es todavía-, entre más arriba viven los de Medellín es que más abajo están.

Pero las escaleras eléctricas cambiaron la vida. Desde luego que primero a los ancianos y a los minusválidos e hicieron felices a los niños que el primer día querían correr hacia abajo por la escalera ascendente en el primer reto de travesura.

Más que una ocurrencia, la construcción de las escaleras eléctricas es parte del proyecto de urbanismo social fomentado por el alcalde Sergio Fajardo que hace ocho años gobernó Medellín y ahora resultó electo gobernador de Antioquia, la provincia donde está integrada la segunda ciudad más importante de Colombia.

"Tenemos que tocar todas las fibras. Conmover. Que la gente sienta que pasó algo en su comunidad. Hacemos intervenciones integrales con educación, ciencia, tecnología, entendimiento, cultura. Todo eso va junto, es el paquete", juzga Sergio Fajardo (Enfoque, 15/08/10).

La clave, según el matemático hecho político, es la arquitectura para la recuperación del espacio público bajo la divisa de "lo más bello para los más humildes" que se asocia con la capacidad y con la dignidad. Con la autoestima.

"Rompemos la idea de siempre, de que a una persona pobre hay que darle cualquier cosa. Migajas", sustenta Fajardo.

En la Comuna 13 se construyeron antes que las escaleras eléctricas tres colegios, una mega biblioteca con conexión a internet de banda ancha y parques públicos para los pobladores.

Las escaleras eléctricas suplieron la caminata infernal equivalente a ascender 23 pisos de un edificio y lo que demoraba hasta una hora se convirtió en minutos. Un pequeño escalón mecánico, un cambio enorme en la vida.

¿Cuánto costaron las escaleras eléctricas para la comuna de Medellín? El equivalente a 72 millones de pesos mexicanos.

¿Cuánto costó el regalo mexicano de Año Nuevo, la Estela de Luz enclavada en Paseo de la Reforma? Más de mil millones de pesos, el equivalente a 15 escaleras eléctricas en una zona marginal.

Qué diferencia. Allá se piensa en la arquitectura como palanca de integración social. Acá la arquitectura para los gobiernos mexicanos sigue siendo el instrumento de fastuosidad, de la huella de poder que marca el alejamiento de las necesidades sociales.

En Medellín hacen gobierno con la divisa de que lo más bello debe ser para los más pobres. Acá los funcionarios panistas se tapan la nariz y presumen su racismo en Facebook porque se sienten asqueados del olor de los indios michoacanos. El dinero público no lo invierten en los pobres; se lo roban para hacerse ricos. Allá en Navidad regalan una escalera al cielo para los marginados. Acá en Año Nuevo erigen una Estela que según sus promotores destella luz para la eternidad. En realidad el monumento inútil supura. Es la Estela de pus.

Seguramente la Estela maravillará con su luminosidad. Babearemos por el monumento. Lamentaremos la inutilidad, el derroche y la estafa.

lunes, 2 de enero de 2012

Celebración del totalitarismo




Por Jesús Silva-Herzog Márquez

En esa fantástica alacena que es el blog de Guillermo Sheridan encontré una nota que creí producto de su imaginación. Un texto inverosímil cuyo motivo y redacción parecían una parodia de la política de otro tiempo. Lo firmaba la Comisión Nacional Ejecutiva del Partido del Trabajo de México.

"El Partido del Trabajo de México lamenta el sensible deceso de nuestro camarada Kim Jong Il, líder del pueblo de Corea del Norte, y quien con gran sabiduría condujo a los norcoreanos por el camino de la paz y el desarrollo económico, político, social y cultural. Sus aportaciones son, sin duda, un legado de suma importancia para todos los pueblos que buscan su liberación de las cadenas del capitalismo salvaje, siguiendo el ejemplo de su padre Kim Il Sung, fundador de la República Popular Democrática de Corea, quien hasta el último aliento luchó por un mejor país. Reconocemos en ellos su liderazgo y su fortaleza para conducir los destinos de su gran nación.

"Descanse en paz".

¿Era posible que un partido político mexicano elogiara a Kim Jong Il como un líder sabio y ejemplar que condujo a su país... al desarrollo? Al leer el texto pensé que esto era una parodia de Sheridan. Un remedo de la oratoria de la izquierda cavernaria que sigue celebrando a las tiranías que están del lado correcto de la Historia. Llamar "camarada" a Kim Jong Il tenía su gracia, pero era mucho más simpático celebrar su "legado". Hablar de Kim Kong Il como el estadista que condujo al desarrollo es como elogiar las contribuciones de Hitler a la convivencia en la diversidad. El texto del Partido del Trabajo era más inverosímil al subrayar -tendría que ser irónicamente- la integridad del desarrollo norcoreano: desarrollo económico, político, social y cultural, decía el lamento del PT.

Convencido de que se trataba de una parodia, brinqué a la página del Partido del Trabajo para escuchar el himno que canta a una "morena madre de la nación", y encontrar el comunicado lamentando el deceso de su camarada. El texto en el blog de Sheridan no era una parodia. La Comisión Nacional Ejecutiva del PT efectivamente expresaba su pesar por el deceso de un gobernante al que consideraba sabio y cuyo legado admiraba como ejemplo para combatir al capitalismo salvaje. El estalinismo norcoreano era celebrado por el Partido del Trabajo como si fuera un faro en la oscuridad neoliberal. De todas las autocracias contemporáneas no hay ninguna política tan grotesca, tan abominable, tan contraria a los derechos elementales, tan perniciosa para su población como el totalitarismo norcoreano que los petistas elogian. Corea del Norte es lo peor de lo peor, la mayor opresión política, la mayor miseria económica del planeta, decía con justicia Christopher Hitchens.

El PT elogia el desarrollo económico de un país que aparece en las imágenes de satélite como un agujero negro por la noche. Frente a la electrificación de los vecinos, Corea del Norte es la oscuridad total. Elogia la política económica que produjo una de las hambrunas más devastadoras de la historia reciente del planeta. Una escasez que, según algunos reportes, llevó a la muerte de casi el 10% de la población norcoreana. Para el sabio líder fue mucho más importante la conversión de su país en una potencia militar que en un proveedor de alimentos para su gente.

El PT elogia el desarrollo político de un país que es, en la expresión de Hitchens, una tanatocracia. Tal vez a los legisladores del PT empeñados en la reforma del Estado les resulta interesante la figura de su constitución que establece la presidencia eterna de Kim Il Sung. En efecto, en Corea del Norte gobierna un muerto y en su nombre gobiernan sus descendientes sobrehumanos. Según la biografía oficial del camarada, dos arcoíris, el canto de una golondrina y una nueva estrella celebraron su nacimiento. El sabio dirigente fue padre de la patria, sabio y amado líder, rayo del sol, destino nacional, comandante victorioso y de férrea voluntad, descendiente de los cielos, estrella del futuro. Ese régimen elogia el PT: una dictadura dinástica en el que los gobernantes son tratados como dioses, donde la disidencia es un crimen, donde la única diversidad política proviene de los estados de ánimo del amado tirano. Millones podían morir de hambre a su lado pero nunca faltó buen cognac para el bienamado Sol del Socialismo.

El PT elogia también el desarrollo cultural de Corea del Norte. Será quizá que le convence a sus dirigentes esa ridícula filosofía que Kim Il Sung y su hijo convirtieron en Idea Oficial. Será tal vez que disfrutan la producción cinematográfica de este admirador de Hollywood que llegó a secuestrar durante años a un director surcoreano para producir joyas de la cinematografía universal como Pulgasari, un genial Godzilla anticapitalista.

Me uno a Guillermo Sheridan en esperanza de que los integrantes del Partido del Trabajo, incluyendo a su candidato presidencial, encuentren resignación ante la irreparable pérdida de su camarada.


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