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martes, 3 de enero de 2012

La estela de "pus"




Por Roberto Zamarripa

El gobierno de Medellín, Colombia, encabezado por el periodista Alonso Salazar, regaló en la Navidad a la Comuna 13 -una de las colonias populares asediadas por décadas de la violencia y ubicadas en los cerros de la ciudad- unas escaleras eléctricas.

Lo que en los centros comerciales significa la herramienta básica para el desplazamiento de los consumidores, en la Comuna 13 se convirtió la última semana del 2011 en un medio de transporte eficaz e indispensable.

Armadas en seis tramos dobles, fabricadas en China por la empresa japonesa Fujitec, hechas de acero con escalones en fundición de aluminio, las escaleras beneficiarán a 12 mil habitantes de la Comuna.

Dividida en dos, Medellín es, en palabras de Fernando Vallejo, la ciudad de abajo, urbanizada, desarrollada, y la de arriba donde las casas se construyeron como pegotes a las laderas de los cerros pobladas de migrantes rurales envueltos después en la peor violencia provocada por el narcotráfico y la miseria.

Describió crudamente Fernando Vallejo hace dos décadas en La virgen de los sicarios: "La ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atracar, a matar. Quiero decir, bajan los que quedan vivos, porque a la mayoría allá arriba, allá mismo, tan cerquita de las nubes y del cielo, antes de que alcancen a bajar en su propio matadero los matan".

En el país de los sicarios, las comunas de Medellín siempre han sido proveedoras de la muerte. "En este país por unos tenis uno se mata o se hace matar. Por unos tenis apestosos estamos dispuestos a irnos a averiguar a qué huele la eternidad... Esto es por un principio de justicia: aquel a quien se los van a robar cree que es injusto que se los quiten puesto que él los pagó; y aquel que se los va a robar cree que es más injusto no tenerlos", escribió Vallejo sobre la Colombia de la última década del siglo 20, ahora espejo del México de la primera década del siglo 21.

Las escaleras eléctricas reemplazaron a 350 escalones de cemento que fueron hechos conforme las comunas crecían hacia el cielo. Así era -es todavía-, entre más arriba viven los de Medellín es que más abajo están.

Pero las escaleras eléctricas cambiaron la vida. Desde luego que primero a los ancianos y a los minusválidos e hicieron felices a los niños que el primer día querían correr hacia abajo por la escalera ascendente en el primer reto de travesura.

Más que una ocurrencia, la construcción de las escaleras eléctricas es parte del proyecto de urbanismo social fomentado por el alcalde Sergio Fajardo que hace ocho años gobernó Medellín y ahora resultó electo gobernador de Antioquia, la provincia donde está integrada la segunda ciudad más importante de Colombia.

"Tenemos que tocar todas las fibras. Conmover. Que la gente sienta que pasó algo en su comunidad. Hacemos intervenciones integrales con educación, ciencia, tecnología, entendimiento, cultura. Todo eso va junto, es el paquete", juzga Sergio Fajardo (Enfoque, 15/08/10).

La clave, según el matemático hecho político, es la arquitectura para la recuperación del espacio público bajo la divisa de "lo más bello para los más humildes" que se asocia con la capacidad y con la dignidad. Con la autoestima.

"Rompemos la idea de siempre, de que a una persona pobre hay que darle cualquier cosa. Migajas", sustenta Fajardo.

En la Comuna 13 se construyeron antes que las escaleras eléctricas tres colegios, una mega biblioteca con conexión a internet de banda ancha y parques públicos para los pobladores.

Las escaleras eléctricas suplieron la caminata infernal equivalente a ascender 23 pisos de un edificio y lo que demoraba hasta una hora se convirtió en minutos. Un pequeño escalón mecánico, un cambio enorme en la vida.

¿Cuánto costaron las escaleras eléctricas para la comuna de Medellín? El equivalente a 72 millones de pesos mexicanos.

¿Cuánto costó el regalo mexicano de Año Nuevo, la Estela de Luz enclavada en Paseo de la Reforma? Más de mil millones de pesos, el equivalente a 15 escaleras eléctricas en una zona marginal.

Qué diferencia. Allá se piensa en la arquitectura como palanca de integración social. Acá la arquitectura para los gobiernos mexicanos sigue siendo el instrumento de fastuosidad, de la huella de poder que marca el alejamiento de las necesidades sociales.

En Medellín hacen gobierno con la divisa de que lo más bello debe ser para los más pobres. Acá los funcionarios panistas se tapan la nariz y presumen su racismo en Facebook porque se sienten asqueados del olor de los indios michoacanos. El dinero público no lo invierten en los pobres; se lo roban para hacerse ricos. Allá en Navidad regalan una escalera al cielo para los marginados. Acá en Año Nuevo erigen una Estela que según sus promotores destella luz para la eternidad. En realidad el monumento inútil supura. Es la Estela de pus.

Seguramente la Estela maravillará con su luminosidad. Babearemos por el monumento. Lamentaremos la inutilidad, el derroche y la estafa.

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