sábado, 8 de junio de 2013
Más allá de "Chungas" Fox tiene razón.
Fox tiene razón
Jaime Sánchez Susarrey
8 Jun. 13
Fox no se equivoca. Las razones para legalizar (o regularizar) la producción, distribución y consumo de marihuana son de orden racional, pero también de simple sentido común
El estilo y el tono no son nuevos. A muchos les molestan. Pero en 2000 fueron muy exitosos. Lo llevaron a Los Pinos. Nadie ha olvidado "el mariquita" y "mandilón" que le endilgó a Francisco Labastida durante la campaña por la Presidencia de la República.
Ahora, Vicente Fox ha hecho una declaración que levantó ámpula. No sólo se pronunció por la legalización de la marihuana, sino a pregunta expresa: ¿usted le entraría a este negocio? Respondió: "Una vez que sea legítimo y legal, claro, soy agricultor, puedo hacerlo, sí; el día que sea legítimo y esté aprobado como una industria, productores de todo tipo pueden participar".
Eso bastó para que López Obrador, el mocho mayor de "las izquierdas", como ahora se dice, condenara tajantemente al ex presidente: "Nunca había habido un presidente con tanto desparpajo y tan irresponsable como Fox, quien se dedica a promover la venta de marihuana".
Más allá de las estridencias, que lo son porque irritan a las "buenas conciencias", como el "rayito de esperanza", Fox no se equivoca. Las razones para legalizar (o regularizar) la producción, distribución y consumo de marihuana son de orden racional, pero también de simple sentido común.
Porque nadie, con tres dedos de frente, puede cerrar los ojos ante lo que está ocurriendo del otro lado de la frontera y, menos aún, negar el impacto que todo eso tendrá en México, América Latina y el resto del mundo.
La marihuana tiene un uso medicinal científicamente comprobado. Pero además, por si hiciera falta una prueba adicional, decenas de miles de estadounidenses la utilizan diariamente con ese propósito. Por eso en 18 estados de la Unión Americana, más el Distrito de Columbia, sede federal, donde se encuentra Washington, está legalizado su uso medicinal.
Pero no sólo eso. Los estudios científicos más serios (notablemente el de Nutt, King y Phillips en Gran Bretaña), sobre los daños que ocasionan las diferentes drogas, muestran que la marihuana es mucho menos nociva que el alcohol y el tabaco.
Las cifras hablan por sí mismas: según estimaciones de organizaciones de salud, mientras que por tabaquismo mueren 5 millones de personas y por alcohol 2 y medio millones anualmente en el mundo, por el consumo de marihuana no se registran decesos.
De hecho, esos fueron, en parte, los argumentos que se esgrimieron en los estados de Colorado y Washington para abogar por la legalización de la marihuana con fines recreativos.
Vale, por lo mismo reiterar, que más allá del impacto real que tendrá en México la legalización de la marihuana con fines recreativos o medicinales, los argumentos y los hechos que respaldan esa propuesta, ya en marcha, son racionales y tienen fundamento científico.
De lo que se puede concluir que el proceso de legalización de la marihuana en Estados Unidos con fines medicinales o recreativos seguirá su marcha inexorablemente. La pregunta, en consecuencia, no es si habrá o no más estados que se sumen a Colorado y Washington, sino cuántos y a qué velocidad.
El propio gobierno de Obama ha adoptado una posición más que prudente ante este proceso. En diciembre del año pasado, a pregunta expresa de Barbara Walters sobre la legalización en Colorado y Washington, el presidente respondió que su gobierno tenía otras prioridades que perseguir a los consumidores en esos estados.
Y más recientemente, William Brownfield, subsecretario de Estado para Asuntos Internacionales de Narcóticos, dijo que legalizar la cocaína, la heroína, la metanfetamina, y las drogas sintéticas constituiría cruzar una "línea roja" para Washington.
Pero curiosamente, como lo advirtió Mark Kleiman, Brownfield dejó la marihuana de este lado de la "línea roja". Lo que es particularmente llamativo si se toma en cuenta que según la clasificación de la DEA (y la ONU) la marihuana está en el nivel peligrosidad 1, junto con la heroína.
El giro y la prudencia de la Casa Blanca son fácilmente explicables. Aplicar la ley a rajatabla en 18 estados y Columbia para prohibir el uso de la marihuana con fines medicinales es imposible. Pero es igualmente complicado hacerlo en los estados de Colorado y Washington, dado el sistema federal estadounidense.
A lo que hay que añadir un dato crucial. Según Gallup, el 52 por ciento de los estadounidenses está ya a favor de la legalización de la marihuana. Y ese porcentaje se acrecentará conforme pase el tiempo porque las generaciones más jóvenes reemplazarán a las más viejas.
Por otra parte, en América Latina el movimiento a favor de la legalización de las drogas también avanza. Ahí está la reciente resolución de la OEA, que favorece la apertura de un debate sobre la estrategia prohibicionista, y el impulso que le han dado los presidentes Santos (Colombia), Pérez Molina (Guatemala) y Mújica (Uruguay).
Al respecto, el dicho de Juan Manuel Santos sigue siendo preciso y puntual: cómo explicarle a un campesino que deberá ir a la cárcel por cultivar marihuana, si en Estados Unidos se está convirtiendo en una actividad legal.
Ante este panorama, que es complejo pero muy claro en sus tendencias y consecuencias, el gobierno de México ha adoptado una posición obtusa y conservadora. Nadie esperaba que el nuevo secretario de Relaciones Exteriores se convirtiera en adalid de la legalización de la marihuana. El pragmatismo obliga.
Pero tampoco era ni es necesario que se atrinchere en una posición conservadora, que desde el inicio condena la despenalización de las drogas. El alineamiento ciego con Estados Unidos no es la mejor receta. Y menos aún, cuando el fracaso del prohibicionismo es evidente y el mismo gobierno de Obama está adoptando una posición prudente y pragmática.
Vicente Fox tiene razón. Es hora de abrir el debate y efectuar un giro. México y América Latina han pagado un precio demasiado alto por prácticamente nada.
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