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lunes, 15 de junio de 2009

Votar nulo, más reflexiones.


Ayer domingo "Reforma" publicó una columna invitada firmada por el Prof. Claudio López Guerra, investigador del CIDE (Centro de Investigación y Educación Superior en Ciencias Sociales) donde aporta su perspectiva sobre anular el voto; vale la pena leerlo.


Nadie sabe exactamente cuántos, pero es un hecho que Mickey Mouse y el Pato Donald reciben un buen número de votos cada año. Mickey es más popular en Estados Unidos, pero el Pato Donald lo supera en países como Suecia, donde tiene su propio partido, el Kalle Anka. No es una broma. ¿Es entonces una locura? En el libro Elecciones justas (Just Elections), un respetado profesor de la Universidad de Harvard, Dennis F. Thompson, sostiene que en ocasiones "votar por el Pato Donald puede no ser algo absurdo".

El profesor Thompson tiene razón. Votar por este tipo de figuras no es más que una forma impúdica de decir: ninguna de las opciones con posibilidades reales de ganar me parece satisfactoria. Y en una democracia el ciudadano debe tener la libertad de usar su derecho al voto para expresar ese punto de vista. Hay más de un método, por supuesto. Algunos prefieren inscribir en la boleta el nombre de una persona real. Otros optan por anular la boleta o abstenerse. Si bien la visibilidad y por tanto la eficacia comunicativa de estas formas de participación (¡y claro que son formas de participar!) son distintas, no hay diferencia de fondo. Se trata de hacer un uso expresivo del derecho al voto.

Esto es exactamente lo que sucede cuando alguien vota por un partido registrado cuyas posibilidades de ganar son nulas. En estos casos la gente declina votar de forma estratégica (el "voto útil") porque los partidos punteros no les parecen aceptables. Lo sorprendente es que ante esto nadie desgarra sus vestiduras. Pero tan equivocados están quienes dicen que no votar por uno de los dos punteros es desperdiciar el voto como quienes dicen que las otras formas de voto de protesta son un despropósito. Para todos efectos prácticos, son situaciones idénticas.

Es verdad que hay una diferencia. Al anular el voto, dárselo a Mickey Mouse, o abstenerse, el elector no expresa una preferencia política concreta, como lo sería anotar en la boleta el nombre de Jorge Castañeda, Elisa de Anda o quien sea. Esto parece incomodar a algunos. Pero si yo sé que mi opción preferida no tiene posibilidad alguna de ganar, ¿por qué no darme el lujo del sarcasmo y votar por Mickey Mouse? Concedido: nadie nos escucha al hacerlo. Pero aún así es algo perfectamente inteligible para quien lo hace, de la misma manera que no es un acto de locura gritarle algo a un jugador cuando estamos viendo un partido por televisión o aplaudir al término de una buena película en el cine.

El voto de protesta no causa el deterioro de la democracia, como dicen algunos. La relación es exactamente la opuesta: el voto de protesta es un síntoma, una expresión de un deterioro democrático preexistente. Si el voto de protesta fuera en sí un problema, la solución sería simplísima. Bastaría con establecer sanciones efectivas para quienes no voten, reemplazar las boletas de papel con máquinas electrónicas como las que se usan en otros países, y configurarlas de tal modo que impidan al votante anular su voto o dárselo a Mickey Mouse. ¿Podríamos entonces, supuestamente curados de todo mal, salir a presumir al mundo la vitalidad de nuestro régimen democrático? Obviamente, seríamos objeto de burla, no de encomio. Pintar el casco del buque no hace que desaparezcan las grietas.

También se ha dicho que el voto de protesta es una expresión de repudio hacia el proceso electoral, que los ciudadanos que emplean así el voto son enemigos de la democracia. Sólo hay una forma legítima de ejercer el derecho al voto, dicen. ¿Por qué no, ya encarrilados, nos dicen también cuál es el único partido por el cual es legítimo votar? Yo me pregunto quiénes son realmente los enemigos de la democracia.

Que quede claro: nada de lo que he dicho aquí es un llamado al voto de protesta. Si sería deseable o no que un buen número de ciudadanos lo hiciera en las próximas elecciones es tema aparte. Aquí sólo he querido defender la idea de que votar por la menos mala de las opciones punteras no es la única manera legítima de ejercer el derecho al voto. Sería muy lamentable que en México llegaran a proliferar los votos por personajes como Mickey Mouse, pero mucho más lamentable sería impedir que los ciudadanos expresen su descontento de esa manera.

1 comentario:

Antonio Torres Rodríguez dijo...

Lo peor en un país democratico no es saber que los políticos son corruptos, si no comprobar que no hay alternativa honrada. Saludos.